ACTIVIDADES PARA EL 1/10/2015
1) LEER TIPOLOGIAS TEXTUALES
2) COMENTAR CON SUS COMPAÑEROS
3) ESCRIBIR LOS COMENTARIOS EN UNA HOJA DE CUADERNO
4) ENTREGARLOS AL AYUDANTE
Tipologías textuales: ( Leer para empezar la clase)
1) LEER TIPOLOGIAS TEXTUALES
2) COMENTAR CON SUS COMPAÑEROS
3) ESCRIBIR LOS COMENTARIOS EN UNA HOJA DE CUADERNO
4) ENTREGARLOS AL AYUDANTE
Tipologías textuales: (
Estudio de caso: Lectura expresiva de diferentes tipos de texto.
“Darse la buena vida”
|
||
¿Qué pretendo decirte poniendo un
«haz lo que quieras» como lema fundamental de esa ética hacia la que vamos
tanteando? Pues sencillamente hay que dejarse de órdenes y costumbres de
premios y castigos, en una palabra de cuanto quiere dirigirte desde fuera, y
que tienes que plantearte todo este asunto desde ti mismo, desde el fuero
interno de tu voluntad. No le preguntes a nadie qué es lo que debes hacer con
tu vida: Pregúntatelo a ti mismo. Si deseas saber en qué puedes emplear mejor
tu libertad, no la pierdas poniéndote ya desde el principio al servicio de
otro o de otros, por buenos, sabios y respetables que sean: interroga sobre
el uso de tu libertad... a la libertad misma.
Si te digo «haz lo que quieras»
parece que te estoy dando de todas formas una orden, «haz eso y no lo otro»,
aunque sea la orden de que actúes libremente. Si la cumples, la desobedeces
(porque no haces lo que eres, sino lo que quiero yo que te lo mando), si la
desobedeces, la cumples (porque haces lo que tú quieres en lugar de lo que yo
te mando... ¡Pero eso es precisamente lo que te estoy mandando!): no se trata
de pasar el tiempo, sino de vivirlo bien. La aparente contradicción que
encierra ese «haz lo que quieras» no es sino un reflejo del problema esencial
de la libertad misma: a saber, que no somos libres de no ser libres, que no
tenemos más remedio que serlo. Por eso un filósofo francés de nuestro siglo,
Jean-Paul Sartre, dijo que «estamos condenados a la libertad». Para esa
condena no hay indulto que valga...
De modo que mi «haz lo que
quieras» no es más que una forma de decirte que te tomes en serio el problema
de tu libertad, lo de que nadie puede dispensarte de la responsabilidad
creadora de escoger tu camino. No te preguntes con demasiado morbo si «merece
la pena» todo este jaleo de la libertad, porque quieras o no eres libre,
quieras o no tienes que querer. Aunque digas que no quieres saber nada de
estos asuntos tan fastidiosos y que te deje en paz, también estarás queriendo
no saber nada, queriendo que te dejen en paz aun a costa de aborregarte un
poco o un mucho. Pero no confundamos este «haz lo que quieras» con los
caprichos de que hemos hablado antes. Una cosa es que hagas «lo que quieras»
y otra bien distinta que hagas «lo primero que te venga en gana». No digo que
en ciertas ocasiones no pueda bastar la pura y simple gana de algo.
La vida está hecha de tiempo,
nuestro presente está lleno de recuerdos y esperanzas. Si te digo que hagas
lo que quieras, lo primero que parece oportuno hacer es que pienses con
detenimiento y a fondo qué es lo que quieres. Sin duda te apetecen muchas
cosas, a menudo contradictorias, como le pasa a todo el mundo: quieres tener
una moto pero no quieres romperte la crisma por la carretera, quieres tener
amigos pero sin perder tu independencia, quieres tener dinero pero no quieres
avasallar al prójimo para conseguirlo, quieres saber cosas y por ello
comprendes que hay que estudiar pero también quieres divertirte, quieres que
yo no te dé la lata y te deje vivir a tu aire pero también que esté ahí para
ayudarte cuando lo necesites, etc.
Eso mismito es lo que yo quería
aconsejarte: cuando te dije «haz lo que quieras» lo que en el fondo pretendía
recomendarte es que te atrevieras a darte la buena vida. Y no hagas caso a
los tristes ni a los beatos, la ética no es más que el intento racional de
averiguar cómo vivir mejor. Si merece la pena interesarse por la ética es
porque nos gusta la buena vida. Sólo quien ha nacido para esclavo o quien
tiene tanto miedo a la muerte que cree que todo da igual se dedica a las
lentejas y vive de cualquier manera...
Quieres darte la buena vida:
estupendo. Pero también quieres que esa buena vida no sea la buena vida de
una coliflor o de un escarabajo, sino una buena vida humana. Es lo que te
corresponde, creo yo. Y estoy seguro de que a ello no renunciarías por nada
del mundo. Ser humano, consiste principalmente en tener relaciones con los
otros seres humanos. Precisamente la gracia de todas esas cosas estriba en
que te permiten relacionarte más favorablemente con los demás! Por medio del
dinero se espera poder deslumbrar o comprar a los otros; las ropas son para
gustarles o para que nos envidien, y lo mismo la buena casa, los mejores
vinos, etcétera. Muy pocas cosas conservan su gracia en la soledad; y si la
soledad es completa y definitiva, todas las cosas se amargan
irremediablemente. La buena vida humana es buena vida entre seres humanos o
de lo contrario puede que sea vida pero no será ni buena ni humana.
Las cosas pueden ser bonitas y
útiles, los animales resultan simpáticos, pero los hombres lo que queremos
ser es humanos, no herramientas ni bichos. Y queremos también ser tratados
como humanos, porque eso de la humanidad depende en buena medida de que los
unos hacemos con los otros. El hombre no es solamente una realidad natural
sino también una realidad cultural. No hay humanidad sin aprendizaje cultural
y para empezar sin la base de toda cultura, el lenguaje. El mundo en el que
vivimos los humanos es un mundo lingüístico, una realidad de símbolos y leyes
sin la cual no sólo seríamos incapaces de comunicarnos entre nosotros sino
también de captar la significación de lo que nos rodea. Pero nadie puede
aprender a hablar por sí solo porque el lenguaje no es una función natural y
biológica del hombre sino una creación cultural que heredamos y aprendemos de
otros hombres.
Por eso hablar a alguien y
escucharle es tratarle como a una persona, por lo menos empezar a darle un
trato humano. Es sólo un primer paso, desde luego, porque la cultura dentro
de la cual nos humanizamos unos a otros, parte del lenguaje pero no es
simplemente lenguaje. Hay otras formas de demostrar que nos reconocemos como
humanos, es decir, estilos de respeto y de miramientos humanizadores que
tenemos unos para con otros. Todos queremos que se nos trate así y si no,
protestamos. Lo más importante de todo esto: la humanización es un proceso
recíproco. Para que los demás puedan hacerme humano, tengo yo que hacerles
humanos a ellos; si para mí todos son como cosas o como bestias, yo no seré
mejor que una cosa o una bestia tampoco. Por eso darse la buena vida no puede
ser algo muy distinto a fin de cuentas de dar la buena vida.
Fernando Savater, “Ética para Amador”
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario