sábado, 3 de octubre de 2015

Identificar la función predominante en un texto (para el 5/10/2015)

Identificar la función predominante en un texto

Todo lo contrario
- Veamos –dijo el profesor-. ¿Alguno de ustedes sabe qué es lo contrario de IN?
- OUT- respondió prestamente un alumno.
- No es obligatorio pensar en inglés. En español lo contrario de IN (como prefijo privativo, claro) suele ser esa misma palabra, pero sin esa sílaba.
- Sí, ya sé: insensato y sensato, indócil y dócil, ¿no?
- Parcialmente correcto. No olvide, muchacho, que lo contrario de invierno no es el vierno sino el verano.
- No se burle, profesor.
- Vamos a ver. ¿Sería capaz de formar una frase, más o menos coherente, con palabras que, si son despojadas del prefijo IN, no confirman la ortodoxia gramatical?
- Probaré, profesor: ‹‹Aquel dividuo memorizó sus cógnitas, se sintió dulgente pero dómito, hizo ventario de las famias con que tanto lo habían cordiado, y aunque se resignó a mantenerse cólume, así y todo en las noches padecía de somnio, ya que le preocupaban la flación y su cremento››.
- Sulso pero pecable -admitió sin euforia el profesor.  

La tolerancia
Ser tolerante no significa solo respetar las ideas, creencias o prácticas del otro. No es “permitir” que otros se expresen de modo distinto según su ideología, cultura o concepción de la vida. Significa respetar y defender el derecho a la libre expresión de las opiniones y modos de vida, respetuosos de los valores humanos de todos, aunque no sean compartidos por nosotros.
Más aún, implica la aceptación y acogida del “otro diferente”, con sus creencias, cultura o prácticas. No es, por tanto, ser indiferente a las ideas o modos de vida de otros. Tolerar es una acción que primariamente está dirigida a la persona. Y sólo en segundo lugar, a las ideas, creencias y modos de vida.
Tolerar no es hacer a alguien una concesión gratuita. Por el contrario, cuando toleramos no hacemos más que manifestar nuestro reconocimiento de la dignidad del otro, de su radical alteridad y diversidad, que le viene dada no por concesión nuestra, sino por su condición de persona. E implica reconocer que cada hombre es en sí mismo “diverso” en la forma propia de realizar una existencia humana concreta en una cultura también concreta


Las palabras
… Todo lo que usted quiera, sí señor, pero son las palabras las que cantan, las que suben y bajan… Me prosterno ante ellas… Las amo, las adhiero, las persigo, las muerdo, las derrito… Amo tanto las palabras… Las inesperadas… Las que glotonamente se esperan, se asechan, hasta que de pronto caen… Vocablos amados, brillan como piedras de colores, saltan como platinados peces, son espuma, hilo, metal, rocío… Persigo algunas palabras… Son tan hermosas que quiero ponerlas todas en mi poema… Las agarro al vuelo, cuando van zumbando, y las atrapo, las limpio, las pelo, me preparo frente al plato, las siento cristalinas, vibrantes, ebúrneas, vegetales, aceitosas, como frutas, como algas, como ágatas, como aceitunas… Y entonces, las revuelvo, las agito, me las bebo, me las zampo, las trituro, las emperejilo, las libero… Las dejo como estalactitas en mi poema, como pedacitos de madera bruñida, como carbón, como restos de naufragio, regalos de la ola… Todo está en la palabra… Una idea entera cambia porque una palabra cambió de sitio, o porque se sentó como una reina dentro de la frase que no la esperaba, y la obedeció… Tienen sombra, transparencia, peso, plumas, pelos, tienen de todo lo que se les fue agregando, de tanto rodar por el río, de tanto transmigrar de patria en patria, de tanto ser raíces… Son antiquísimas y recientes… viven en el féretro escondido y con la flor apenas comenzada… Qué buen idioma es el mío (…)


¿Qué tipo de texto es?
¿Qué funciones cree que tiene?
¿Cuál es la función que predomina?

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